Los conflictos en el aula son una realidad inherente al hecho de convivir. Lo que debe preocuparnos no es que existan sino cómo se resuelven.
Un centro educativo, además de ser un espacio de aprendizaje, es un lugar de convivencia, y por ello, un espacio en el que hay conflictos que debemos abordar. Conflictos que se producen fruto de las relaciones que se establecen entre alumnos y profesores.
Aprender a vivir juntos debe formar parte de lo que entendemos por calidad educativa. Aprender a resolver conflictos en el aula o bien en el recreo, permite conocer y practicar los procesos para el logro del respeto mutuo, la solidaridad y la tolerancia, para convivir en armonía y adquirir habilidades protectoras frente a la violencia.
Maite Vallet, crea un método de resolución de conflictos que se basa en la negociación y el diálogo, trabajando en equipo:
1.- La base de la convivencia es el diálogo y los acuerdos. Para resolver conflictos en el aula es necesario saber dialogar y ponerse de acuerdo. Por otra parte, trabajar en equipo permite a los alumnos practicar los valores, convivir en armonía regulando sus reacciones emocionales, adquirir habilidades para resolver sus conflictos y ser ciudadanos responsables y solidarios.
2.- El diálogo consiste en expresar claramente el propio punto de vista y escuchar con empatía el punto de vista de los demás.
3.- Para enseñarles a dialogar, primero les debemos escuchar: ¿Qué piensan, creen, opinan, sienten…? Después expresaremos nuestro punto de vista.
4.- Los acuerdos consisten en establecer las normas y límites de convivencia que se necesitan, así como las consecuencias que ayudan a cumplir las normas que les cuestan.
5.- En el centro escolar se debe establecer un tiempo para enseñar a los niños a resolver sus conflictos mediante el diálogo y el acuerdo. Se les dice que les vamos a enseñar a convivir en paz. Y se resuelve un conflicto diferente en cada sesión.
6.- Los niños necesitan que les enseñemos a resolverlos, en lugar de hacerlo nosotros. No debemos pedirles que los solucionen sin haberles enseñado cómo hacerlo.
7.- Les enseñaremos cuando ellos y nosotros estemos tranquilos. En el momento del conflicto los separamos y después hablamos… sin gritos, sin quejas, sin recriminaciones, sin culpabilizar.
8.- Al agredido no debemos defenderle ni animarle a agredir. Le enseñamos a decir «no» con firmeza. Si no le hacen caso, tiene que pedir ayuda.
9.- Al agresor le enseñamos, sin agredirle, a decir lo que quiere y a controlarse, a tranquilizarse, alejándose del niño con quien tiene el conflicto.
10.- Establecemos las normas y límites de convivencia: lo que pueden y lo que no deben hacer.